Valencia

Brutal-truth money

En nuestra última entrada, hablábamos de la matanza del cerdo refiriéndonos a la contabilidad creativa de los grandes estudios, diciendo que lo primero era desangrar al animal (nota aclaratoria: como están de moda las metáforas, en este caso, el “animal” es el inversionista privado (o el productor independiente) que firma un contrato con un estudio). El desangre empieza con los ingresos brutos (GROSS RECEIPTS) y acaba con los beneficios (PROFITS), y es entonces cuando la habilidad del carnicero-destazador (contadores) con el cuchillo hace que al animal (inversionista) nunca le dé tiempo de disfrutarlos.

Ahí va un esquema aclaratorio, obra de Harris Tulchin, un amigo y abogado de la industria, autor del libro The independent film producer´s survival guide.

La fórmula contable es muy sencilla:

INGRESOS BRUTOS
menos comisiones de distribución
menos gastos de distribución
menos costos del financiamiento
menos costos de producción
menos gastos generales
menos participaciones de terceros

Igual a BENEFICIOS

Luego cada ventana (Cine, Blu-Ray, VOD, etc,) tiene su propio esquema, pero sirva lo de arriba para dar una idea general. Como dice Gabriel Campisi en su libro Guide to writing a business plan for investors, se produce el efecto del Tótem Indio en el que el dinero se filtra de arriba a abajo interminablemente hasta que llega (si es que llega) a los inversionistas.

Pero por si al pobre animal aún le da por caminar à la Walking Dead (o sea: que el inversionista vea algo de dinero), los contadores han encontrado la manera de despedazarlo y evitar que asome el hocico a la dorada bellota de los beneficios. Como sería muy largo enumerar cada una de las prácticas contables indecentes, enumeraré las que más me llaman la atención:

– En los días del video (Home Entertainment) los estudios pagaban royalties a las películas de un 20%, alegando gastos de fabricación (a la que decían que había que dedicar el 80% restante). Sobre ese 20% -si la película era del propio estudio- cobraban además la comisión de distribución y gastos. Es decir, una película como “Gone in 60 seconds” que ingresaría 198M de USD por ventas y alquiler de video, por ese sistema se imputaba como beneficio de la película sólo 18.4M de USD (ni el 10%).

– Los estudios suelen tener una tarifa plana de gastos generales (overheads) del 15% del costo de la película, aunque un productor independiente haya levantado el proyecto entero.

– Harris Tulchin nos advierte también de que aunque los estudios financien tu película, te cobran más que un banco, de hecho a veces piden prestado tu dinero porque les sale más barato de lo que te cobran. Así que cobran más de 2 puntos por encima del precio del dinero, y el peligro es que empiezan a cobrar intereses antes de que lo recibas y después de recibir los ingresos. Ejemplo: 9.000.000 de dólares de intereses para producir IRON MAN 3 de un dinero que habría que ver de dónde lo han sacado. Otro ejemplo: A ‘Gone in 60 seconds’ con un costo de producción de 103M de USD, Disney le cargó ¡41M de USD de intereses a lo largo de tres años! (lo he tenido que comprobar 3 veces antes de publicarlo).

– Recuerdo la anécdota de un director que llevaba su propia agua mineral al set porque el estudio se la cargaba a la producción a 10 USD la pieza. El uso de instalaciones y servicios de los estudios y sus tarifas estratosféricas que por obligación hay que aceptar es otra forma de despiece. No es de extrañar que Terminator 3 costara 300.000 dólares por día de rodaje.

Pero hay otras formas de hacerlo. Hay inversionistas que han visto beneficios y conservado su integridad física por el camino. Eso en la próxima entrada: Wise money.

Dumb money

Ese es el término que se utiliza en Hollywood para referirse a ricos empresarios o herederos que invierten dinero en películas que nunca dan beneficios monetarios. Recordemos a Nick Rubinstein AKA Trust Fund Baby, un heredero judío de la serie Entourage, -interpretado por el neurótico Adam Goldberg– que dilapidaría la fortuna familiar en una película absolutamente desastrosa.

Atentos a esta secuencia.

Es cuando uno se pregunta: ¿si han tenido el conocimiento y la habilidad de hacer fortunas… ¿cómo es posible que se muestren tan torpes con sus inversiones en cine?

Pues según yo, hay dos respuestas (complementarias):

La primera se puede contestar con otra pregunta: ¿cómo es posible que la polilla común, un portento de la evolución, cuyos primeros fósiles se remontan a por lo menos 300 millones de años, sea TAN estúpida y se achicharre en una lámpara?
La respuesta es sencilla: es la luz, amigos. La puta luz. Cual polillas en la noche, los putrimillonarios se ven cegados por las estrellas, los flashes, el jet-set y el glamour.

La segunda respuesta es “contabilidad creativa”, una práctica que han perfeccionado los grandes estudios de Hollywood durante más menos un siglo.

Pero como diría Jack el Destripador (o Harvey Weinstein cada vez que “remonta” una película extranjera): vayamos por partes.
Cuando Sumner Redstone se hizo con la Paramount exigió que todas las películas –hubiera o no liquidez en el estudio- obtuvieran un 25% de su financiación a través de inversionistas privados. Como recuerda Edward Jay Epstein en The Big Picture: Money and Power in Hollywood, de repente aparecieron “civiles” forrados de old y new money como Paul Allen, Michael Steinhardt, Ted Fields III, Philip Anschutz, Kerry Packer, dispuestos a entrar en el juego. Y como uno de ellos dijo más tarde “It´s the ante one pays to get in the game” (“Es la entrada que hay que pagar para entrar al juego”)

Bueno, pues lo que apuntaba a una sana, fructífera y recíproca relación acabó truncada, por no seguir el siguiente mantra: los creativos no deben encargarse JAMÁS de las cuentas. La creatividad es capaz de convertir la sencilla aritmética de un racional y frío balance regido por las objetivas e incontestables reglas de contabilidad internacional en una compleja paradoja relativista digna del gato más negro y envenenado de Schrödinger.

Y los dadaístas contables de Beverly Hills reafirmaron esa realidad: The Blues Brothers, Ruthless People, The Untouchables, Fatal Attraction, Rain Man, Who Framed Roger Rabbit y Batman se declararon… ¡en PÉRDIDAS!

Come again?

Sí. PÉRDIDAS monetarias. FRACASOS comerciales. ¿Otro caso? Coming to America interpretada por Eddie Murphy. Por los números que presentó la Paramount no la vio ni el acomodador. ¿Otro caso? Gone in Sixty Seconds de la Disney, con Nicholas Cage y Angelina Jolie, que a pesar de los 500 millones de dólares recaudados en todas sus ventanas, arrojó pérdidas por ¡153 millones de dólares! Si no me creen, preguntémosle a mi buen amigo Rob Stone, uno de los productores ejecutivos, que tiene un montón de anécdotas al respecto.

En la próxima entrada contaré cómo lo hacen. (Spoiler: usan una técnica muy similar a la matanza del cerdo en España: primero el desangre, luego el despiece).

Y en la siguiente hablaremos del wise money.

Sobre los Screenings (ii)

Test screening o también pase previo, es quizás una de las experiencias más enervantes (jodidas) para un director. En el modelo clásico –hay mil variantes- la distribuidora elige un lugar en el que convoca a un grupo de personas que hipotética y previamente han sido targeteados según edad, género, medios de vida, etc. y a la salida, todos opinan.

Todo es relativo. Si el responsable de marketing no tiene buen ojo, y, por ejemplo, tu película trata sobre la emocionante proeza humana del éxodo israelí y se proyecta en el barrio árabe de la ciudad… pues… como que no va a funcionar. Así que, sin el derecho al final cut, te arriesgas a que un mal screening cambie tu película, o peor, que ni siquiera se estrene. Los departamentos de marketing se toman estos eventos como ciencia pura, sin tener en cuenta lo variopinto, complejo e impredecible de la naturaleza humana.

Un buen consejo si asistes a uno de estos screenings nos lo podría dar el gran (y ya fallecido) Dennis Hopper: “Si acudes a un screening 1) No te identifiques como el director y 2) Asegúrate una vía rápida de salida de la sala”.

Universal pensó organizar un screening lo más favorable posible para su segunda película “The Last Movie”, una obra que consideraban infumable e invendible. Solución: ir a la Universidad de Iowa, que en pleno 60as estaba llena de hippies y aficionados a las drogas que podían conectar muy bien con Hopper, quién por cierto, decidió acudir. En boca de Ned Tanen, su productor y presente en la proyección, cuando ésta acabó el ambiente se empezó a caldear y de la nada se organizó una turba violenta. Tanen sacó a Hopper del lugar como pudo, pero fue incapaz de evitar que una chica le reventara la nariz a Dennis de un puñetazo, acusándolo de machista.

Y para terminar este post (aunque no descarto volver al tema en un futuro próximo), el screening con talento, es decir con directores, profesionales y críticos del medio, como tú. Estos son los peores, sin lugar a dudas, suceda lo que suceda. En realidad, sólo pueden suceder dos cosas:

a) Te mienten, no diciendo lo que piensan. En este caso, si tu película es mejorable, date por jodido porque las palabras de halago te subirán a un pedestal del que caerás miserable y dolorosamente. Como dijo San Juan de la Cruz “que lo que en breve sube en alto asiento, suele desfallecer apresurado”.

b) Te dicen la verdad. En este caso, si no tienen razón, perderás su amistad tachándolos de idiotas, y si tienen razón será más doloroso –porque lo dicen tus propios compañeros- que si te sacaran el hígado por la oreja.

Un ejemplo curioso. George Lucas tuvo la genial idea de proyectar una copia de trabajo, y sin efectos especiales terminados, de Star Wars a sus amigos del medio: Brian De Palma, Steven Spielberg, Willard Huyck y Gloria Katz (guionistas de American Graffiti e Indiana Jones and The Temple of Doom) entre otros. Scorsese, inteligentemente, se escaqueó. Cuando acabó la proyección, nadie aplaudió. Silencio. Marcia Lucas (su esposa y editora) se puso a llorar. Algunos fueron discretos, Steven Spielberg incluso previó que daría dinero, pero De Palma empezó a despotricar de tal manera que casi sale a puñetazos con Lucas. Estas son algunas perlas de la discusión: “¿Quién carajos es ese tipo que parece el hombre de lata del Mago de Oz?” “¿Dónde está el primer acto?” “Deja la merde esa de los Jedis que nadie va a saber de qué estás hablando”. JAJAJAJA.

El otro día en Twitter recomendé el documental “EASY RIDERS, RAGING BULLS”, ahora les recomiendo el libro que da pie a ese documental. Tiene el mismo título. Ahi encontrarán decenas de referencias a screenings famosos.

Una más de regalo (referida en el libro): tras una proyección de El Padrino para exhibidores (propietarios de cines), uno de ellos, enojado por la duración de 3 horas porque le restaría funciones diarias, le dijo al director Francis Ford Coppola: “Well, it ain´t no Love Story”. True story.

Sobre los Screenings (I)

Eres director de cine y has dirigido una película. O sea, algún día tendrás que enseñar esa película. Tras meses en la caverna del montaje, alejado del contacto humano, la luz y el mundanal ruido llega el momento de compartir tu Opera Magna con el resto de los mortales. Aunque… quizás las cosas no salgan como imaginas.

Puedes comenzar con tus friends & family. Un SCREENING DOMÉSTICO es el que haces entre la gente que te quiere y que ya de por sí está bastante maravillada con que seas Director de Cine. Lo normal es que uno piense que tal proyección servirá para cargar las pilas y llenarse de autoconfianza y seguridad; vamos… que vas a disfrutar.
ERROR.
Sufrirás.
Estos screenings suelen ser torpes: el proyector no va bien, la compresión no es la adecuada, no se escucha como quisieras, tu gente entra y sale de la habitación en los momentos más dramáticos o divertidos de la película, hablan entre sí, tu sobrinito tose y sus papás se preocupan, los celulares suenan… y mientras, lo dicho, sufres.
Consejo: o no lo hagas o toma medidas profilácticas.
Hace poco, mi amigo director Isaac Ezban, me requisó el celular durante las dos horas de screening doméstico de su ópera prima “El Incidente”. Con dos cojones, así se hace.

Luego está el SCREENING PROFESIONAL, lo que haces con distribuidoras o ejecutivos de los estudios.
Si piensas que se verá tu película con mayor respeto o solemnidad que en casa, te equivocas. No voy a decir nombres, pero en un screening de mi película con una distribuidora, el decision-maker se levantó a los 20 minutos y no regresó hasta los 20 minutos del final. Eso sí, le preguntó a su asistente qué había pasado durante su ausencia.

Cuando Warren Beatty le enseñó Bonnie & Clyde a Jack Warner, éste le advirtió “Si tengo que ir a mear, la película apesta”. A los 20 minutos ya estaba camino al retrete, peregrinación que repetiría dos veces más. Cuando bajó el telón, aparte de decir (con gran sensibilidad artística) “What the fuck is this?” añadió “It´s a three-piss movie”. Y concluyeron que harían un estreno menor en un autocinema de Texas. Así trataron lo que sería la primera película en romper taquillas del Nuevo Hollywood.

Otra historia curiosa. Tras la proyección de The Fight Club los ejecutivos de Fox mantuvieron un silencio sepulcral. El ejecutivo de Marketing salió enojadísimo de la sala, corriendo, sin hacer un sólo comentario al productor –Art Linson- que lo interceptó a la salida. Pensando que tenían un fracaso entre las manos hicieron una campaña doméstica (en los US) tibia y barata echando a perder el potencial de una película que arrasó en los mercados internacionales y que marcó a toda una generación.

En el siguiente post, el SCREENING CON PÚBLICO y el SCREENING CON EL TALENTO.

¿Conoces a tus personajes?

“Es bueno saber que uno de los significados vigentes de la palabra en inglés character (‘personaje’) es el de señal o marca que se imprime, como una letra del alfabeto (‘carácter’), pues refleja el posible origen de la palabra: del griego Kharaktér, un estilo afilado o la marca de unas incisiones del estilo. Character también quiere decir ‘ethos’, una actitud habitual ante la vida.”

Son palabras del crítico literario Harold Bloom -sacada de su genial “Genius: A Mosaic of One Hundred Exemplary Creative Minds“- que nos sirven para abrir otro de los caminos alternativos para arrancar a escribir tu historia.

Este post está inspirado en “Inside Llewyn Davis” de los hermanos Coen quienes como dice mi buen amigo Alejandro Alemán: “van en dirección opuesta a las convenciones del género donde la vida del protagonista sirve como inspiración (y aspiración) para un público siempre ávido de historias edificantes“.

Como guionista, hay ocasiones en las que no tienes claro el storyline pero sabes perfectamente cómo va a ser tu personaje. Sabes de dónde viene, quién es, lo que quiere, porqué lo quiere y a que está dispuesto para conseguirlo. En estos casos, la historia fluye con facilidad y el personaje bien definido te lleva de la mano a través de sus transformaciones. Te puedes sorprender incluso con que tu personaje se niegue a que lo lleves a lugares que no está en su destino visitar.

Otras veces te encuentras en la vida personajes worth-a-movie. La frase ‘la realidad supera a la ficción’ alcanza su pleno significado en la infinita riqueza y singularidad de sujetos que nos encontramos en la vida. Son verdaderos personajes, dotados de dimensión, contradictorios y complejos como debe de ser con la naturaleza humana. Cuánta más gente conozcas más cuenta te darás de lo inagotable de la fuente de la que puede beber tu creatividad. Hay que hacerlo sin rubor. Ya lo decía Ralph Waldo Emerson: “sólo los inventores saben tomar prestado

Y no estoy hablando de las películas género biopic –sean o no famosos sus protagonistas- o del género based-on–a-true-story, me refiero a todos los géneros y al hecho de en la mayoría de las películas los personajes han brotado del entorno de sus creadores, y de estos personajes, sus historias.

Para muestra un botón, y ya que está de tan de moda Martin Scorsese, ¿recuerdan esta maravilla de escena de Goodfellas?

Bien, pues ese mismo lío lo montó en realidad un conocido del barrio de Joe Pesci. Y Pesci le pidió a Scorsese que la incluyera en la película. Scorsese, previendo la tensión que Pesci iba a ser capaz de lograr –con magistral improvisación en muchos momentos- lo rodó con tres cámaras para no perderse las reacciones del resto de los actores. Atentos a las caras de todos.

Lo que daría por conocer al cabrón en el que se inspiró Joe Pesci. Y lo que daría por conocer las mentes de los Hermanos Coen. Someday.

La idea controladora

¿Tienes algo que contar? Que el crimen no paga (ejemplo: The Wolf of Wall Street (ya hablaremos más de esta película)), que el crimen siempre paga (Mercury Rising), que merecemos una segunda oportunidad (La Viuda de Saint-Pierre), que creemos que no merecemos una segunda oportunidad (Leaving Las Vegas), que el fin justifica los medios (A Time to Kill) o que el fin no justifica los medios (Watchmen).

Si tienes una respuesta a esa pregunta, tienes ante ti otra manera construir una historia que acabe en película.

A “eso” que quieres contar, Robert McKee lo denomina la idea controladora, el significado último de la historia. Yo lo llamo el “tema” de la película. Muchos escriben guiones completos y cuando acaban se encuentran de golpe de qué va la película. Otros muchos encuentran el significado de su película cuando un crítico la destripa. Y otros tantos no llegan a descubrirlo nunca.

Lo que planteamos aquí hoy es escribir la historia a partir de su significado. Se trata de hacer ingeniería inversa con tu imaginación: teniendo en mente compartir con el espectador tu visión sobre ese tema en particular construyes, a través de la acción y de la emoción, la historia. Y no al revés.

Dices, por ejemplo, quiero abordar el peso del destino en el amor. Y a partir de ahí le das vueltas a situaciones y personajes hasta que, por ejemplo, se te ocurre contar la desventura de un chico que se enamora el día ANTES de subirse a un submarino. Y no al revés.

Es otra forma de abordar el proceso creativo mimetizando la técnica de la escultura para el cine: construir un esqueleto de hierro antes de moldear la arcilla. Esta metáfora se la debemos al maestro de Tarkovski, Mijail Romm, quién además añadía que “por fino que sea el modelado y la terminación de la obra, el armazón debe ser robusto, sólido, tosco y de una precisión sin defecto”.

Cuanto mejor sea la idea controladora, mayor será el potencial de la historia que mane de ella. Lo comprobé hace poco con un tema que me apasiona -la imposibilidad de cambiar los acontecimientos en el tiempo- y descubrí que la historia se escribía sola… (bueno, sola, sola no; alguien tenía que encender la computadora :))

Ya habrán adivinado que los ejecutivos de Hollywood no son grandes amantes de los significados y que si los espectadores que llenaron las salas para ver Iron Man 3 no han captado lo que quería transmitir su autor… les vale madres. Así que un consejo: si construyen su historia a partir de una idea controladora ni la mencionen cuando hagan el pitch.

Para el próximo post recorreremos otros dos caminos alternativos del proceso creativo: los personajes y la atmósfera

La idea es el rey


– What does the country want, Teddy? Educate me.
– Sex. Loud music. Hot clothes. Drugs. Fast cars. Did I say sex? We´ll open two movies. Side by side. One´s called “Sex, Drugs and Death”, the other´s called “Mom and Dad Go for a Walk”. Now, where are you going to put your Money, White boy? You do movies about milking the cow. I´ll do ones about fucking and getting loaded. See you at the finish line.

Hollywood Education: Tales of Movie Dreams and Easy Money. David Freeman.

Imagina que TODOS los posibles contenidos para hacer una película estuvieran en el consciente colectivo y que pudieras elegir uno y descargarlo para materializarlo. Sería un colectivo con una capacidad de almacenaje infinita –pues infinitas son las combinaciones de la realidad que pueden dar una historia- y nos pasaría algo así como lo que nos pasó la primera vez que nos sentamos delante de un buscador: ¿y ahora qué? ¿Por dónde carajos empezar?

El cómo abordar el contenido para una película no es algo que tenga claro. De hecho, con este post pretendo pensar en voz alta porque tampoco tengo una respuesta unívoca a algo tan complejo y variado.

– Opción 1: TIRAR DE UNA PREMISA, es decir, en términos de Robert McKee: idea que inspira al deseo que siente el escritor de crear una historia. Se trata de la mera proposición de una historia, reducida a su máxima expresión, y en la que se puede entrever lo ingenioso y resultón de mi ocurrencia.

Mucho cine de palomitas se ha construido sólo sobre la premisa, olvidando el resto de elementos también necesarios para contar una buena historia. Paramount abría fuego al cine comercial de los 80 con un memorando interno en el que decía cosas como “Una idea poderosa es el corazón de cualquier película de éxito (…) La premisa creativa es lo primero que atrae al público al producto (…) No tenemos la obligación de hacer historia. No tenemos la obligación de hacer arte. No tenemos la obligación de hacer una declaración de principios. Nuestra obligación es hacer dinero”. O sea: Milk the fucking cow.

Una década después, en otro memorando, esta vez de la Disney, Jeffrey Katzenberg escribía: “en el mareante mundo de la producción de películas, no debemos distraernos de un concepto fundamental: la idea es el rey”. (“In the dizzying world of moviemaking, we must not be distracted from one fundamental concept: the idea is king.”). Y seguía con: “Estrellas, directores, escritores, cámaras, efectos especiales, nuevos sistemas de sonido… todos ellos tendrán algo que ver con el éxito de una película, pero TODOS ellos deben servir como humildes sujetos ante la supremacía de la idea”. TOMA YA!

[Nota al calce: recomiendo MUCHO que al acabar este post, lean las 28 páginas de este memorando escrito hace 22 años. Enlace al final.]

Pero NADA está escrito en piedra: películas fantásticas se han hecho con premisas muy endebles:

1.- Un jubilado cruza los Estados Unidos en una cortadora de césped para visitar a su hermano enfermo (The straight story. David Lynch)
2.- Una estrella venida a menos y una joven se encuentran en Japón (Lost in translation. Sofia Coppola)
3.- Un divorciado de Nueva York se enamora de la amante de su amigo (Manhattan. Woody Allen)
4.- Un hombre maduro se obsesiona con la rodilla de una adolescente (Le genou de Claire. Eric Rohmer)

¿Quién hubiera apostado por estas ideas?

Conclusión: puedes tener una premisa atractiva y de ahí construir una gran película. Pero también puedes no tenerla y hacer una gran película por otros medios.

En próximos posts hablaremos de más elementos: idea controladora, personajes y atmósfera.

Y lo prometido: 28-page internal memo “The World Is Changing: Some Thoughts on Our Business” by Jeffrey Katzenberg

Mientras espero, desespero (2)

La tensa espera en el cine independiente se parece mucho a la espera del cine de los estudios con la salvedad de que si consigues el greenlight en este último, ya puedes relajarte y disfrutar del resto de tus días. El greenlight de una película independiente se resume en esta frase –otra vez- del genial Oscar Wilde: Ten cuidado con lo que deseas, se puede convertir en realidad (Be careful what you wish for, it might come true)

Pero antes de la meta, hablemos del camino. Hay meses, años de espera antes de conseguir levantar tu proyecto. Los inversionistas/distribuidores/productoras van a dilatar la decisión el mayor tiempo posible por los motivos que comentamos en el post anterior, añadiendo en este caso que son dolorosamente ambiguos porque no quieren cerrar la puerta y quemar puentes con un director wannabe que puede acabar siendo la nueva sensación del Festival de Sundance.

Para saber qué hacer durante este tiempo hay dos enfoques:

1.- RESPECTO A TI
Tienes el oficio más complejo del mundo. No el más duro –no me malinterpreten- puesto que es más duro trabajar de albañil en Qatar o en una maquiladora en Beijing. Es complejo porque abarca todas las artes y se sustenta de la ininteligible e imprevisible naturaleza humana. Es decir, es un oficio en el que siempre hay algo que aprender, o de guión, o de arte, o de fotografía, o de actuación, o de tecnología, o de vestuario, o de maquillaje (me enteré hace poco de la moda del maquillaje con aerógrafo), o de efectos visuales, y un largo etc. Para asomarte a esto –abarcarlo todo es imposible- puedes usar ese tiempo “muerto” entre proyectos, además de para mirar el trabajo de otros, de hoy y de ayer, gracias a Netflix y iTunes y Torrents.

No es fácil inventarte el trabajo cada mañana y no perder la esperanza cuando el teléfono no suena, pero mantenerte ocupado te ayudará a sobrellevarlo y a crecer como profesional.
Y así vamos con otra frase de Charles Baudelaire: “No se puede olvidar el tiempo más que sirviéndose de él” (On ne peut oublier le temps qu’en s’en servant).

2.- RESPECTO A TU PROYECTO
Lo único que puedes hacer es medir, reflexionar, para saber cuándo hay que presionar y cuándo hay que ser paciente. Los decision-makers tienen poder sobre ti y no querrás romper la baraja antes de empezar la partida, pero tampoco querrás que se olviden de ti.
En palabras de la productora Lynda Obst (mencionada en el anterior post) durante el desarrollo tienes que transmitir que tu proyecto es real, inexorable, y un tren en movimiento. Habla incluso de una fórmula a aplicar:

P(ower)+ M(omentum)= G(o)

Cuando el Momentum sea el propicio para tu proyecto, es cuando tienes que pasar de esperar a actuar, sin pedir permiso, como si tu proyecto fuera inevitable pasara lo que pasara.

Lo que NUNCA debes hacer es dar por sentado que has salido del “purgatorio” cuando no lo has hecho:

“Casi tengo el dinero en el banco” NO ES tener el dinero en el banco.
“Ya han aprobado la firma del contrato” NO ES tener el contrato firmado.
“El actor ha llorado leyendo el guión” NO ES que su agente acepta tus condiciones de contratación.

Y así.

Ora et labora.

Mientras espero, desespero. Parte 1

Mientras espero, desespero (1)

¿En qué se parecen un soldado, un portero suplente de fútbol y un director de cine?

Yo sé que suena chiste, pero la respuesta, nada graciosa, es que todos se preparan durante toda su vida para unos pocos momentos de acción absolutamente decisivos en los que tienen que demostrarlo TODO. Y para colmo, esos momentos pueden o no llegar nunca, o llegar muy pocas veces.
Y hay poco que uno pueda hacer llegado a un punto, más que no parar de prepararse, leer, ver y conocer. Para no desesperar.
Cuando estás en un sector en el que las decisiones dependen de terceras personas y conllevan altos niveles de riesgo –para el puesto de trabajo del decision-maker o para el patrimonio de un inversionista- cárgate de paciencia y espera. Consuélate mirando el ritmo de trabajo de la mayoría de directores en sus comienzos, en los que se ve claramente lo que han podido tardar – en algunos casos casi una década- en levantar su siguiente película. Ejemplos: David O. Russell (Silver Linings Playbook) o Richard Kelly (Donnie Darko)

En el cine mainstream americano a ese periodo de tensa espera le llaman development hell, un infierno en el que proyectos maravillosos tardan muchísimos años en obtener el ansiado green light. Ese proceso lo pueden leer en el maravillosamente narrado “Hello, he lied” de la productora Lynda Obst (Sleepless in Seattle, The Fisher King), en el que se pregunta cómo es posible que haya miles de “productores” (aquí sí con comillas) en Los Ángeles que no han producido NADA.

Una derivada del development hell es el turnaround, cuando un proyecto –tras pasar su infiernillo de desarrollo- es abandonado por un estudio, ya sea por falta de interés o por un cambio de régimen, y puesto en venta. Cuando otro estudio lo compra empieza DE NUEVO el proceso, cual maldición de Sísifo. Y por cierto, en cada paso del proceso añaden 2 o 3 guionistas.

Una de las cosas que admiro del difunto productor Don Simpson –aparte de su tolerancia a ciertas sustancias- es que cuando llegó a la Paramount quitó la casilla del ‘MAYBE’ de la plantilla que rellenaban los lectores de guión del estudio. De esa manera, los guiones o se aprobaban o no se aprobaban, y no vagaban en el limbo de la odiosa indecisión. Como nota curiosa, Michael Eisner, el jefe de Simpson, puso el proyecto “Beverly Hills Cop” en turnaround y cuando Eisner se fue a la Disney lo primero que Don Simpson le pidió a Ned Tanen. nuevo jefe de Paramount, fue recuperar ese proyecto.

La razón está clara. Es mucho el dinero, es mucha la gente que vive en cargos ejecutivos bien remunerados en esas macrocorporaciones en las que se han convertido los estudios y nadie quiere jugársela, aunque sea a riesgo de perderse el próximo “Inception”.

¿Y en el cine independiente? Eso para el próximo post, junto con buenas soluciones prácticas para combatir el letargo y la dolorosa incertidumbre.

A más RTs, peor la caída…

…o las dos definiciones de “EUFORIA”.

Cuando acabas cualquier proceso de tu proyecto o película, ya sea el guión, el rodaje, la post-producción, el estreno, no es difícil caer en ese estado de ánimo llamado “euforia”. Llevas años bregando con el proyecto y por fin ves tus sueños materializándose en varios discos duros (o latas de negativo) con buena mezcla de audio y corrección de color. A ese chute de felicidad se le van añadiendo capas de alegría según vas enseñado lo que lleves, a la peor mezcla de sujetos: los friends & family.

Ellos te felicitan, te dan ánimos y te dicen lo mucho que les gusta lo que ven porque te quieren, y porque de alguna manera han formado parte del proceso y han vivido, aunque sea desde segunda fila, la magia de que alguien que conocen ha esculpido en celuloide (o en datos) una historia para la posteridad.
Y desde aquí llegamos a la primera definición de euforia:

Estado de ánimo propenso al optimismo.

Al optimismo extremo, diría yo. ¿Y por qué no? A todo el mundo le encanta tu película. Gente cuyo criterio valoras ha llorado, ha reído, viéndola. ¿Por qué no elegir ya la televisión de 90 pulgadas que quieres para el castillo que te comprarás en el sur de Francia?

Pues para echar más gasolina al fuego, hay otra fuente peligrosa de euforia. Se trata de la euforia fabricada en la comercialización de películas independientes como forma de llamar la atención del público.
El origen de esta técnica la tenemos en los grandes estudios de Hollywood. Convierten el estreno de películas en grandes acontecimientos cuyo peso sociológico es tal que te hacen sentir como un perfecto idiota si no acudes al estreno. A eso le suman, como dice Edward Jay Epstein en The Big Picture: Money and Power in Hollywood, las pseudonews (mentiras fabricadas en forma de noticias en las que te cuentan que la película ha arrasado en Singapur o que el público –en el caso del género de terror- se ha salido de los screenings horrorizados) y de los pseudopraises a través de los making of y entrevistas en las que rodar la película ha sido poco menos que una experiencia trascendental de amor, buen rollo y admiración mutua entre el talento y el equipo.

La pena es que, como decía, esa impostura se ha trasladado al cine independiente con una gran diferencia: dónde en Hollywood tienes un ejército de publicistas y PRs, en tu película te tienes a ti mismo con tu Twitter y tu Facebook, es decir, a un solitario francotirador armado de una cerbatana. Y entonces puedes caer en la tentación de vender euforia haciendo públicas las reacciones de tus friends & family, exagerando con ingenuidad procesos normales en la comercialización (presentación de una imagen de tu película, de un teaser o del tráiler), maquillando tu biografía, restregando tus premios (sean importantes o no), augurando temerariamente éxitos espectaculares para tu película. Todo con la buena voluntad de generar expectación.

Sólo que me temo que no funciona así. Creo que en estos casos lo único que consigues es dañar tu reputación si las cosas no salen como has vendido. Acude a las estadísticas y comprueba que el triunfo es una exótica flor que brota MUY raras veces. No quiero decir que no le vayas a pegar, pero espera lo mejor y prepárate para lo peor. Recuerda que cuanto más subas más dura será la caída. Y cambiarás euforia por humillación.
Habla de las virtudes de tu peli, eso sí, pero hazlo con humildad y honestidad. Creo que eso vende más que una euforia inflacionada.

Y acabo con la segunda definición de euforia:

en el griego clásico significa fuerza para soportar.

Esa es la euforia buena, la que necesitarás y que deberías tener.